Por Luisa Ballentine
Una película que jamás comienza es lo que reúne a los viejos compañeros de escuela, Arce y Tolosa, desvencijados personajes que comparten un pasado no sólo estudiantil, sino también el amor por una mujer, y que se encuentran tras varios años en la localidad Paraíso del cine República.
Ambos cargan consigo el peso de los años y los fracasos, los recuerdos y la necesidad de aferrarse a los antiguos enclaves de felicidad que alguna vez lo fueron todo: como un programa triple de películas en blanco y negro que amenaza con otorgarles un momento de evasión para vivir las historias de otro en la pantalla.
Al fondo del paraíso, con autoría y dirección de Mario Valdovinos, presenta dos ejemplos vivaces del país al que estamos acostumbrados: un Chile de segundos lugares, donde todo siempre está a punto de suceder, pero se escapa por entre las “puntadas” que nos hacen doblarnos en dos sobre el abdomen y caer hasta lo más bajo del suelo.
Lo que a ratos parece ser el rollo de la cinta pronta a comenzar, termina por ceder ante la realidad inefable de la violencia en las afueras. La violencia militar quizás, o el simple enfrentamiento por erradicar este cine República para darle algún destino desconocido que borre de él toda gloria pasada.
La escenografía permite sentirse dentro de lo que alguna vez fue un gran especio para el séptimo arte. Evoca los viejos colosos de calle Huérfanos con sus balcones arquitectónicamente decorados y esas butacas de madera que fueron reemplazando los sillones de terciopelo suave y luego gastado que ya casi no se usan.
Este montaje posee un ritmo adecuado a la historia que está sobre el escenario: la existencia que se deja vencer y mutila, poco a poco, a la memoria. Es un tránsito lento de despedida en el que las luces, si bien requieren una precisión aún más acabada, contribuyen a marcar los estados de ensoñación, realidad y anhelo que manifiestan los personajes.
Al fondo del paraíso es un retrato en sepia, pero al mismo tiempo un vistazo decadente surgido del apego al pasado, de la imposibilidad de continuar, de quedarse pegado en el recuerdo de muchas mujeres y de una en especial. Es todo lo que pudo ser, y que sin embargo exhibe un presente desfalleciente, donde ya no hay películas, ni terciopelo ni público que se pelee por las ubicaciones. Es, quizás, un ex paraíso. O tal vez simplemente un lugar tan viejo como sus protagonistas, y tan aferrado a permanecer a pesar del quiebre natural de la vida y de los años, que da pena... pero que resiste.
Consulta la cartelera teatral de Santiago en www.soloteatro.cl
Una película que jamás comienza es lo que reúne a los viejos compañeros de escuela, Arce y Tolosa, desvencijados personajes que comparten un pasado no sólo estudiantil, sino también el amor por una mujer, y que se encuentran tras varios años en la localidad Paraíso del cine República.
Ambos cargan consigo el peso de los años y los fracasos, los recuerdos y la necesidad de aferrarse a los antiguos enclaves de felicidad que alguna vez lo fueron todo: como un programa triple de películas en blanco y negro que amenaza con otorgarles un momento de evasión para vivir las historias de otro en la pantalla.
Al fondo del paraíso, con autoría y dirección de Mario Valdovinos, presenta dos ejemplos vivaces del país al que estamos acostumbrados: un Chile de segundos lugares, donde todo siempre está a punto de suceder, pero se escapa por entre las “puntadas” que nos hacen doblarnos en dos sobre el abdomen y caer hasta lo más bajo del suelo.
Lo que a ratos parece ser el rollo de la cinta pronta a comenzar, termina por ceder ante la realidad inefable de la violencia en las afueras. La violencia militar quizás, o el simple enfrentamiento por erradicar este cine República para darle algún destino desconocido que borre de él toda gloria pasada.
La escenografía permite sentirse dentro de lo que alguna vez fue un gran especio para el séptimo arte. Evoca los viejos colosos de calle Huérfanos con sus balcones arquitectónicamente decorados y esas butacas de madera que fueron reemplazando los sillones de terciopelo suave y luego gastado que ya casi no se usan.
Este montaje posee un ritmo adecuado a la historia que está sobre el escenario: la existencia que se deja vencer y mutila, poco a poco, a la memoria. Es un tránsito lento de despedida en el que las luces, si bien requieren una precisión aún más acabada, contribuyen a marcar los estados de ensoñación, realidad y anhelo que manifiestan los personajes.
Al fondo del paraíso es un retrato en sepia, pero al mismo tiempo un vistazo decadente surgido del apego al pasado, de la imposibilidad de continuar, de quedarse pegado en el recuerdo de muchas mujeres y de una en especial. Es todo lo que pudo ser, y que sin embargo exhibe un presente desfalleciente, donde ya no hay películas, ni terciopelo ni público que se pelee por las ubicaciones. Es, quizás, un ex paraíso. O tal vez simplemente un lugar tan viejo como sus protagonistas, y tan aferrado a permanecer a pesar del quiebre natural de la vida y de los años, que da pena... pero que resiste.
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1 comentario:
Muy buena obra emocionante me recuerda los 80s y 60s yo como soy viejo me conmoví.
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