Plan be es un deleite en la cartelera que se exhibe por estos días. Tiene un texto inteligente, rápido y ágil que aborda el consumismo de una manera pragmática. Habla sobre él, pero sin nombrarlo necesariamente. Por el contrario, muestra la historia de un hombre aferrado a las cosas en distintas etapas de su vida. Muestra cómo la dependencia por los artefactos puede llevar a alguien no sólo a un desastre económico, sino también a un destino de soledad y poca compenetración con otros seres humanos.
Las actuaciones son memorables. Paula González y César Sepúlveda encarnan a sus personajes de manera sólida. Empatizan con la audiencia y consiguen transitar a través de la risa escenificando una tragedia. La pareja sobre el escenario tiene una gran química, trabajan muy afiatados y ponen de manifiesto, haciendo creíble y verdadera, aquella relación que los une, ya sea como matrimonio, vecinos o policías y ladrones; especialmente González, quien interpreta a tres caracteres distintos.
La escenografía de Plan be es muy significativa: cajas y cosas que se comen al personaje. Él está sobrepasado por sus pertenencias, ya sea tratando de recuperarlas o de cubrirlas de la lluvia tras un embargo.
Si bien hay muchas referencias a aspectos cotidianos y contingentes en los que se manifiesta el consumismo, se trata de un montaje universal cuyo valor podría perdurar en el tiempo y continuar siendo representado sin mayor problema de identificación con la audiencia. A ello contribuye el que no haya un juicio moral a la conducta del consumismo. El hombre pone su vida al servicio de sus cosas, pero no necesariamente es conciente de ello. No necesariamente es capaz de ver de qué modo su existencia depende de lo que la tarjeta de crédito le brinda, por lo tanto no necesariamente es un ser infeliz. En ese sentido es bueno que no exista una moraleja, pues Plan be no es una obra moralizante, es una pieza que a través de una estética moderna construye una actitud de vida hacia la acumulación de objetos y artefactos.
Una obra redonda, con todos sus cabos atados y que, a pesar de extenderse durante una hora y media, nunca deja de sentirse ágil y precisa frente al observador.
¿Cuándo y dónde? Ver ficha en Solo Teatro.
Las actuaciones son memorables. Paula González y César Sepúlveda encarnan a sus personajes de manera sólida. Empatizan con la audiencia y consiguen transitar a través de la risa escenificando una tragedia. La pareja sobre el escenario tiene una gran química, trabajan muy afiatados y ponen de manifiesto, haciendo creíble y verdadera, aquella relación que los une, ya sea como matrimonio, vecinos o policías y ladrones; especialmente González, quien interpreta a tres caracteres distintos.
La escenografía de Plan be es muy significativa: cajas y cosas que se comen al personaje. Él está sobrepasado por sus pertenencias, ya sea tratando de recuperarlas o de cubrirlas de la lluvia tras un embargo.
Si bien hay muchas referencias a aspectos cotidianos y contingentes en los que se manifiesta el consumismo, se trata de un montaje universal cuyo valor podría perdurar en el tiempo y continuar siendo representado sin mayor problema de identificación con la audiencia. A ello contribuye el que no haya un juicio moral a la conducta del consumismo. El hombre pone su vida al servicio de sus cosas, pero no necesariamente es conciente de ello. No necesariamente es capaz de ver de qué modo su existencia depende de lo que la tarjeta de crédito le brinda, por lo tanto no necesariamente es un ser infeliz. En ese sentido es bueno que no exista una moraleja, pues Plan be no es una obra moralizante, es una pieza que a través de una estética moderna construye una actitud de vida hacia la acumulación de objetos y artefactos.
Una obra redonda, con todos sus cabos atados y que, a pesar de extenderse durante una hora y media, nunca deja de sentirse ágil y precisa frente al observador.
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