Dios es un lujo… es un lujo de obra. Qué gran trabajo dramatúrgico de Rodrigo Soto y Gopal Ibarra y qué buena selección de elenco, comenzando por una descomunal Aliocha de la Sotta en su rol de prostituta, a quien se suman todas y cada una de las actrices más el actor (notable trabajo de Juan Pablo Miranda). Todos se lucen y nos brindan una historia creíble, con corazón y con personajes que se quedan en la retina.
Imagínense la siguiente situación: tres prostitutas han sido detenidas y están compartiendo la celda de mujeres. En un rincón alguien duerme, al rato entra un travesti y entre todos tratan de hacer más llevadero el encierro nocturno. La escena da para el humor, la pena, lo bizarro. Y así resulta.
Lo fantástico de Dios es un lujo es que convierte el momento cotidiano en algo extraordinario. Es una obra ambiciosa en un muy buen sentido, tiene un potente discurso sobre la marginalidad, el desamparo y la falta de oportunidad, sustentado en un trabajo serio, bien ensayado, cohesionado, que termina cuando aún tenemos ganas de un poco más. Es redondo. No le sobra ni le falta nada.
El equipo ha sido muy austero y comprometido con la prescindencia de los recursos físicos, pero no ha escatimado en creatividad, buenos diálogos y performances. No caen en el proselitismo, pero dicen las cosas cómo son sin inmutarse.
Dios es un lujo es uno de los buenos trabajos de los últimos meses. Gente joven, haciendo teatro de calidad. Eso es lo que necesitamos. Ojalá haya más de esto, más inteligencia aplicada al arte. Ojalá podamos seguir disfrutando montajes que nos demuestran que no se requiere el artilugio para lograr resultados que empalicen con la audiencia. Ojalá vaya mucha gente a verla para que se reencanten con las nuevas propuestas y no salgan espantados preguntándose qué acaban de ver ni se sientan extranjeros ante aquello que no entienden.
Es un gran trabajo, altamente recomendable.
¿Cuándo y dónde? Ver ficha en Solo Teatro.
Imagínense la siguiente situación: tres prostitutas han sido detenidas y están compartiendo la celda de mujeres. En un rincón alguien duerme, al rato entra un travesti y entre todos tratan de hacer más llevadero el encierro nocturno. La escena da para el humor, la pena, lo bizarro. Y así resulta.
Lo fantástico de Dios es un lujo es que convierte el momento cotidiano en algo extraordinario. Es una obra ambiciosa en un muy buen sentido, tiene un potente discurso sobre la marginalidad, el desamparo y la falta de oportunidad, sustentado en un trabajo serio, bien ensayado, cohesionado, que termina cuando aún tenemos ganas de un poco más. Es redondo. No le sobra ni le falta nada.
El equipo ha sido muy austero y comprometido con la prescindencia de los recursos físicos, pero no ha escatimado en creatividad, buenos diálogos y performances. No caen en el proselitismo, pero dicen las cosas cómo son sin inmutarse.
Dios es un lujo es uno de los buenos trabajos de los últimos meses. Gente joven, haciendo teatro de calidad. Eso es lo que necesitamos. Ojalá haya más de esto, más inteligencia aplicada al arte. Ojalá podamos seguir disfrutando montajes que nos demuestran que no se requiere el artilugio para lograr resultados que empalicen con la audiencia. Ojalá vaya mucha gente a verla para que se reencanten con las nuevas propuestas y no salgan espantados preguntándose qué acaban de ver ni se sientan extranjeros ante aquello que no entienden.
Es un gran trabajo, altamente recomendable.
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