Los clásicos comienzan a llegar a la cartelera con la excusa del Bicentenario que se encuentra a la vuelta de la esquina. Y como un adelanto de la especial programación del próximo Festival Santiago a Mil, el Teatro Nacional Chileno estrena Tres Marías y una Rosa del dramaturgo David Benavente bajo la dirección de Raúl Osorio.
Se trata de una pieza que respeta el original aunque contempla algunos guiños al presente, sin embargo son tan sutiles que no se transgrede el sentido del texto. Lo más importante es que presenta una frescura que permite al espectador identificarse con las protagonistas gracias a la labor realizada por el Taller de Investigación Teatral al trabajar con pobladoras a finales de la década de los ‘70 con el fin de dar mayor consistencia a la obra que Benavente escribiría.
Tres Marías y una Rosa cuenta la historia de cuatro mujeres reunidas en torno al arte de las arpilleras, quienes laboran estas artesanías para exportar al extranjero hasta que la petición del párroco del barrio las lleva a plasmar sus ideas en un lienzo de gran tamaño.
Los temas del montaje, que contó con la aprobación del público en los años ‘80, son los mismos que nos hacen vibrar como sociedad actualmente: el trabajo, el abuso a la mujer, la pobreza, la imagen de Chile en el extranjero, la mujer como madre de familia y sustento único del hogar. Las tres Marías junto a Rosa representan a miles de mujeres de esfuerzo que hoy podemos reconocer en los campamentos y en las villas que poblan el país de norte a sur.
La puesta en escena recrea el refugio de las artistas, el patio de una casa de campamento con un tambor de donde extraen el agua y un tendal para secar la ropa. Allí llegan para contar sus penas y también para depositar la esperanza en un mejor futuro. Bajo las órdenes de Maruja, se articula el taller que da vida a las arpilleras y que representa el único ingreso económico para llevar a sus familias.
Las cuatro protagonistas, Cecilia Cucurella, Priscilla Huaico, Catalina Bianchi y Javiera Osorio, brillan sobre el escenario en las pieles de sus personajes dándoles un carácter complejo que rescata el humor interno de cada una, su mirada acerca de la vida y la fe que pronto podrán surgir con sus familias.
Este estreno nos recuerda la versión que el Teatro Nacional Chileno hizo de La Remolienda en el invierno del año 2007. En aquel entonces, así como ahora, el público se dejó encantar por las actuaciones y la puesta en escena, apreciando el valor de las artes escénicas nacionales.
Tres Marías y una Rosa promete ser un éxito de audiencia pues tiene todos los elementos para triunfar: un elenco perfecto, una puesta en escena grandilocuente y un pedazo de la historia de Chile más reciente que, a través del humor, logra insertarse en el corazón del país.
¿Cuándo y dónde? Ver ficha en Solo Teatro.
Se trata de una pieza que respeta el original aunque contempla algunos guiños al presente, sin embargo son tan sutiles que no se transgrede el sentido del texto. Lo más importante es que presenta una frescura que permite al espectador identificarse con las protagonistas gracias a la labor realizada por el Taller de Investigación Teatral al trabajar con pobladoras a finales de la década de los ‘70 con el fin de dar mayor consistencia a la obra que Benavente escribiría.
Tres Marías y una Rosa cuenta la historia de cuatro mujeres reunidas en torno al arte de las arpilleras, quienes laboran estas artesanías para exportar al extranjero hasta que la petición del párroco del barrio las lleva a plasmar sus ideas en un lienzo de gran tamaño.
Los temas del montaje, que contó con la aprobación del público en los años ‘80, son los mismos que nos hacen vibrar como sociedad actualmente: el trabajo, el abuso a la mujer, la pobreza, la imagen de Chile en el extranjero, la mujer como madre de familia y sustento único del hogar. Las tres Marías junto a Rosa representan a miles de mujeres de esfuerzo que hoy podemos reconocer en los campamentos y en las villas que poblan el país de norte a sur.
La puesta en escena recrea el refugio de las artistas, el patio de una casa de campamento con un tambor de donde extraen el agua y un tendal para secar la ropa. Allí llegan para contar sus penas y también para depositar la esperanza en un mejor futuro. Bajo las órdenes de Maruja, se articula el taller que da vida a las arpilleras y que representa el único ingreso económico para llevar a sus familias.
Las cuatro protagonistas, Cecilia Cucurella, Priscilla Huaico, Catalina Bianchi y Javiera Osorio, brillan sobre el escenario en las pieles de sus personajes dándoles un carácter complejo que rescata el humor interno de cada una, su mirada acerca de la vida y la fe que pronto podrán surgir con sus familias.
Este estreno nos recuerda la versión que el Teatro Nacional Chileno hizo de La Remolienda en el invierno del año 2007. En aquel entonces, así como ahora, el público se dejó encantar por las actuaciones y la puesta en escena, apreciando el valor de las artes escénicas nacionales.
Tres Marías y una Rosa promete ser un éxito de audiencia pues tiene todos los elementos para triunfar: un elenco perfecto, una puesta en escena grandilocuente y un pedazo de la historia de Chile más reciente que, a través del humor, logra insertarse en el corazón del país.
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