Por Luisa Ballentine
¿Cómo sería el mundo si cada cual pudiera administrar su propia justicia? ¿Qué resultados tendría medir con distinta vara las situaciones de la vida y administrar culpabilidad a diestra y siniestra? Éstos son algunos de los cuestionamientos que pone en escena Pana, obra de Andrés Kalawski que, bajo la dirección de Francisco Albornoz y con las sólidas actuaciones de Emilia Noguera, Alejandro Sieveking, Ramón Nuñez, Arnaldo Berríos, Eduardo Barril y Nicolás Saavedra, indaga en la necesidad de un grupo de ex funcionarios ligados a la justicia, por dictar sus propias sentencias en aquellos casos que se le escapan al poder ordinario.
Todo comienza con la invitación a un huésped inesperado para sumarse al poco tradicional juego en el que cada uno interpreta un rol: abogado, juez, policía, verdugo y, por supuesto, acusado. A partir de este detonador, los cuatro viejos inducen al joven para revisitar la muerte de su superior y lograr dar con las implicancias de él en los sucesos que desataron su paro respiratorio.
Es el juego del gato y el ratón, uno da, el otro quita y lentamente van tejiendo una red de especulaciones en torno a la vida y las circunstancias del joven visitante. Todo ello de la mano de un protagonista silencioso y suculento: la comida.
Kalawski utiliza distintos platos chilenos tradicionales como un motor para dar rienda a las motivaciones de los personajes. Para estimularlos en ciertos momentos, para tranquilizarlos en otros. Lo que importa es que en Pana la comida es una estrella del espectáculo más y su presencia está resuelta de manera creativa en la puesta en escena que evoca una casa a orillas del mar.
Lo que ha resultado más atractivo de Pana durante las semanas que lleva en cartelera, son los cuatro protagonistas. No siempre el espectador tiene la oportunidad de ver a leyendas del teatro sobre el escenario compartiendo el trabajo artístico; característica que en este caso hace del montaje un imperdible, especialmente por Ramón Núñez, quien empaliza particularmente con el público y logra presentar a un hombre afable, encantador, gozador y tremendamente misterioso que hace adorable al abogado retirado que representa.
En una industria del espectáculo que todos los días tiene nuevas caras para mostrar y que recuerda a sus ídolos en ediciones especiales tristes a las que sólo asisten algunas pocas personas, Pana es un recordatorio de por qué los señores y señoras del teatro, los que llevan décadas sobre las tablas, deben seguir sudando en ellas. La profundidad y la magnitud de lo que se exhibe en esta obra, no se logra con cualquiera, requiere años de circo y vida, requiere la justificación de cada segundo pasado perfeccionándose en la profesión actoral. Y en esto Pana es un doble acierto: una gran obra que llega a un amplio público, y además un ejemplo de interpretación y calidad actoral que no se debe dejar pasar.
¿Cuándo y dónde? Ver ficha en Solo Teatro.
¿Cómo sería el mundo si cada cual pudiera administrar su propia justicia? ¿Qué resultados tendría medir con distinta vara las situaciones de la vida y administrar culpabilidad a diestra y siniestra? Éstos son algunos de los cuestionamientos que pone en escena Pana, obra de Andrés Kalawski que, bajo la dirección de Francisco Albornoz y con las sólidas actuaciones de Emilia Noguera, Alejandro Sieveking, Ramón Nuñez, Arnaldo Berríos, Eduardo Barril y Nicolás Saavedra, indaga en la necesidad de un grupo de ex funcionarios ligados a la justicia, por dictar sus propias sentencias en aquellos casos que se le escapan al poder ordinario.
Todo comienza con la invitación a un huésped inesperado para sumarse al poco tradicional juego en el que cada uno interpreta un rol: abogado, juez, policía, verdugo y, por supuesto, acusado. A partir de este detonador, los cuatro viejos inducen al joven para revisitar la muerte de su superior y lograr dar con las implicancias de él en los sucesos que desataron su paro respiratorio.
Es el juego del gato y el ratón, uno da, el otro quita y lentamente van tejiendo una red de especulaciones en torno a la vida y las circunstancias del joven visitante. Todo ello de la mano de un protagonista silencioso y suculento: la comida.
Kalawski utiliza distintos platos chilenos tradicionales como un motor para dar rienda a las motivaciones de los personajes. Para estimularlos en ciertos momentos, para tranquilizarlos en otros. Lo que importa es que en Pana la comida es una estrella del espectáculo más y su presencia está resuelta de manera creativa en la puesta en escena que evoca una casa a orillas del mar.
Lo que ha resultado más atractivo de Pana durante las semanas que lleva en cartelera, son los cuatro protagonistas. No siempre el espectador tiene la oportunidad de ver a leyendas del teatro sobre el escenario compartiendo el trabajo artístico; característica que en este caso hace del montaje un imperdible, especialmente por Ramón Núñez, quien empaliza particularmente con el público y logra presentar a un hombre afable, encantador, gozador y tremendamente misterioso que hace adorable al abogado retirado que representa.
En una industria del espectáculo que todos los días tiene nuevas caras para mostrar y que recuerda a sus ídolos en ediciones especiales tristes a las que sólo asisten algunas pocas personas, Pana es un recordatorio de por qué los señores y señoras del teatro, los que llevan décadas sobre las tablas, deben seguir sudando en ellas. La profundidad y la magnitud de lo que se exhibe en esta obra, no se logra con cualquiera, requiere años de circo y vida, requiere la justificación de cada segundo pasado perfeccionándose en la profesión actoral. Y en esto Pana es un doble acierto: una gran obra que llega a un amplio público, y además un ejemplo de interpretación y calidad actoral que no se debe dejar pasar.
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1 comentario:
Hay que verla hoy o mañana (últimos días)con Ramón Nuñez recién premiado
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