Por Luisa Ballentine
Son las 23.39 del 10 de septiembre de 2012. Me dispongo a
escribir este comentario en la víspera de un día negro para Chile a propósito
de una obra en la que el 11 es protagonista. No lo planeé, es pura casualidad.
La obra es Testigo. Y no es cualquier obra. La reseña nos
invitaba a ver un montaje que recorría la historia del edificio que actualmente
alberga al GAM, pero lo que me encontré fue algo mucho más profundo, y por
cierto más mágico.
El elenco es lo menos tradicional del mundo. Es lo que
podríamos llamar un “elenco ciudadano”, pero ni siquiera. Son hombres y mujeres
que tuvieron alguna relación con la edificación durante los años del breve
gobierno de Salvador Allende y que hoy, 40 años después de la construcción de
lo que en esa época se conoció como el edificio de la UNCTAD, repasan la
historia.
No son actores ni actrices, no tienen formación en
interpretación escénica, pero son grandes. En la función a la que asistí se les
notaba nerviosos y eso era parte de lo que significa tener a personas
verdaderas (no personajes) contando una verdad (no un texto). Hay tensión,
textos que se olvidan, cuadros forzados. Pero nada de eso importa.
Algunos se ayudaban de una carpeta en la que tenían escrita
la historia que iban a compartir. Su historia. Una profesora que permaneció
firme junto a sus alumnos a lo largo del gobierno militar, una funcionaria de
la Secretaría de la Mujer, otra del Ministerio de Hacienda… y así, iban
desfilando para contarnos qué hacían a comienzos de 1970, qué pasó el 11 de
septiembre de 1973 y qué sucedió después... con ellas y con el edificio.
Al escribir todo esto me doy cuenta de que las palabras son
inservibles. No puedo transmitir lo que vi ese día. Es tanto más poderoso en
imágenes y sentimientos de lo que la descripción permite. El edificio de la
UNCTAD, el Diego Portales, el GAM son la anécdota, lo que importa son las
historias de vida que se articulan con esa excusa.
Hay detalles tan pequeños que son tan significativos y me
parece que aportan sensibilidad y sentido estético a un trabajo que podría
haber prescindido de ellos, pero que por suerte no lo hizo. Por ejemplo el uso
de bandejas para comer. Sencillo, pero genial. O el que todos estén vestidos de
negro, me imagino que no es casualidad y que representa ese luto que a pesar de
los años, permanece.
Hubo sólo un par de funciones de Testigo para ver si este
extraño proyecto funcionaba y definir su futuro. Espero sinceramente que
regrese con una temporada larga, aunque sé que es difícil porque quienes
participaron seguramente tienen sus vidas en otros ámbitos y esto llegó como
algo excepcional. Pero si de algo sirve este intento de persuasión, en el
nombre del teatro nacional, les pido que nos regalen más funciones.
Algunos de ellos son muy histriónicos, graciosos y poseen un
gran desplante. Uno es un cantautor que estuvo en la inauguración del edificio
original en 1972 interpretando un trote que comparte casi al principio de la
obra. No sólo es un momento emotivo, también es de mucha energía y de
“palmitas”, pero ese día el público estaba fome y fuimos muy pocos los que
aplaudimos. Ojalá quienes vayan a verla en el futuro le pongan más pasión,
porque una obra como ésta lo necesita. Quienes están en el escenario precisan
de retroalimentación al instante para saber que está todo bien: risas,
aplausos, silencio… Y por supuesto celulares apagados. No quiero nunca más
estar en el teatro escuchando la historia real en primera persona de una mujer
la mañana del 11 de septiembre de 1973 y que empiece a sonar un teléfono en la
segunda fila.
En fin. Voy a terminar este comentario con una observación.
Son muchísimas personas y sólo algunas aportan sus testimonios directos, eché
de menos saber algo de los otros incluso si eso significaba que la obra durara
más, ¿también forman parte de la biografía del edificio o están apoyando
simplemente?, ¿el chef es real? ¡Su personalidad tan vivaz me hace dudar! ¡Ah!,
y que no se me olvide un abrazo enorme para la señora que baila descalza.
Perdónenme que no sepa su nombre, es una preciosidad de la vida.
El resto son aún más preguntas, muchas preguntas que tengo
para hacer a Pierre Sauré, el director de este proyecto y a quien felicito
mucho. Se la ha jugado por algo magnífico que puede llegar a ser monumental.
Ya son las 00.36 horas del 11 de septiembre y comienzo a
despedirme. Ojalá Testigo siga creciendo y tengan la oportunidad de asistir. La
próxima vez que la vean en cartelera, no duden, simplemente vayan. Y lleven
pañuelos. Y lleven aplausos.
Más info en www.soloteatro.cl
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