Esta intervención no podría estar mejor situada: en un sótano del Teatro Nacional Chileno que posee algunas maquinarias y un espacio desolado que simula perfectamente un centro de tortura... sin duda la locación más propicia para Osvaldo Romo, uno de los más conocidos torturadores durante la dictadura en nuestro país.
Guatón Romo, un ángel caído es un monólogo que transita entre el rol de víctima y victimario, retratando el momento de la muerte de este histórico personaje y cómo debe haber sido su encuentro con el más allá.
Es una obra que está llena de demonios y fantasmas que persiguen al protagonista a través de un laberinto de almas en pena y arrepentimientos que van y vienen. Es un camino entre el infierno y el purgatorio que hace reflexionar acerca de adónde es que va realmente un torturador al momento de morir y qué le sucede a su alma cuando se encuentra con los que conoció en la Tierra.
La actuación de Cristian Aros es conmovedora, tanto en la performance física como emocional. Romo se retuerce en sí mismo, parece alcanzar la gloria y se da cuenta de que todo le pasará de nuevo y otra y otra y otra vez, padeciendo dolores que nunca antes imaginó.
Es un montaje que aprovecha muy bien los pocos elementos que posee y saca al teatro de su espacio habitual. No es para públicos conservadores, pues la idea es retar al espectador en muchos aspectos y sacarlo de la comodidad de la butaca y de la entretención liviana, para sumergirlo en una experiencia dramática que nos hace sentir mal, nos retuerce las entrañas y al mismo tiempo nos encandila con los sonidos metalúrgicos y el hecho de estar en un lugar prohibido para el observador común.
Un gran ejercicio teatral que nos deja con ganas de ver más propuestas diferentes y bien construidas desde la escasez de recursos, pero con exceso de intelecto y buenas ideas.
¿Cuándo y dónde? Ver ficha en Solo Teatro.
Guatón Romo, un ángel caído es un monólogo que transita entre el rol de víctima y victimario, retratando el momento de la muerte de este histórico personaje y cómo debe haber sido su encuentro con el más allá.
Es una obra que está llena de demonios y fantasmas que persiguen al protagonista a través de un laberinto de almas en pena y arrepentimientos que van y vienen. Es un camino entre el infierno y el purgatorio que hace reflexionar acerca de adónde es que va realmente un torturador al momento de morir y qué le sucede a su alma cuando se encuentra con los que conoció en la Tierra.
La actuación de Cristian Aros es conmovedora, tanto en la performance física como emocional. Romo se retuerce en sí mismo, parece alcanzar la gloria y se da cuenta de que todo le pasará de nuevo y otra y otra y otra vez, padeciendo dolores que nunca antes imaginó.
Es un montaje que aprovecha muy bien los pocos elementos que posee y saca al teatro de su espacio habitual. No es para públicos conservadores, pues la idea es retar al espectador en muchos aspectos y sacarlo de la comodidad de la butaca y de la entretención liviana, para sumergirlo en una experiencia dramática que nos hace sentir mal, nos retuerce las entrañas y al mismo tiempo nos encandila con los sonidos metalúrgicos y el hecho de estar en un lugar prohibido para el observador común.
Un gran ejercicio teatral que nos deja con ganas de ver más propuestas diferentes y bien construidas desde la escasez de recursos, pero con exceso de intelecto y buenas ideas.
¿Cuándo y dónde? Ver ficha en Solo Teatro.
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