Lo primero que llama la atención de Indios es su cuidada estética basada en el arte corporal Selknam y una llamativa escenografía que asemeja una gran vena penetrada por la que corre sangre constantemente.
La obra comienza con la captura de un supuesto guerrero español que luego sabremos es, en realidad, uno más de aquéllos a los que persigue. De ahí en adelante se desata una historia que, como define la propia compañía Teatro versión oficial, es “la versión teatral mal educada y de mal gusto de un conflicto que yace de espaldas en el pasto, y el enfrentamiento concluyente de Catrileo con los ‘indios’ de verdad”. Catrileo es el que ha sido tomado prisionero.
Tras contar brevemente por qué este hombre ha escogido traicionar a su pueblo, Indios comienza a caminar hacia el cuestionamiento de lo que significa la tierra y el destino al que ha llegado el hombre moderno al no bastarse con lo que le da la naturaleza.
El montaje toma el conflicto indígena y lo da vuelta, sometiendo a un chileno promedio al suplicio de ver cuestionada su forma de ser y de vivir, tal como hacemos todos los días con quienes aún llevan nuestra herencia cultural con orgullo.
Y es en este momento cuando la obra, quizás, toma un cariz de mal gusto. Pero es con querer queriendo, así es que se trata de un malestar buscado por la compañía que repercute en la audiencia cuando un integrante del público es invitado a participar de la obra y termina siendo molestado en todos los niveles e invitado no muy gentilmente a explicar por qué y cómo vive.
Sin ánimos de arruinar la sorpresa final, resulta interesante señalar que los actores no saldrán a recibir el aplauso por su trabajo artístico. En consecuencia con el discurso planteado, ellos nos hacen el desaire de no saludarnos ni compartir el momento final de la obra pues el conflicto indígena existe más allá del escenario. Para mi gusto, innecesario, porque el discurso es interesante y la propuesta de choque funciona muy bien. No hay que olvidar que lo cortés no quita lo valiente.
De todos modos un trabajo recomendable para ver algo distinto que interpela al espectador en aquello que más le incomoda. Tradicionalistas y amantes del mundo bliz y pap, abstenerse.
¿Cuándo y dónde? Ver ficha en Solo Teatro.
La obra comienza con la captura de un supuesto guerrero español que luego sabremos es, en realidad, uno más de aquéllos a los que persigue. De ahí en adelante se desata una historia que, como define la propia compañía Teatro versión oficial, es “la versión teatral mal educada y de mal gusto de un conflicto que yace de espaldas en el pasto, y el enfrentamiento concluyente de Catrileo con los ‘indios’ de verdad”. Catrileo es el que ha sido tomado prisionero.
Tras contar brevemente por qué este hombre ha escogido traicionar a su pueblo, Indios comienza a caminar hacia el cuestionamiento de lo que significa la tierra y el destino al que ha llegado el hombre moderno al no bastarse con lo que le da la naturaleza.
El montaje toma el conflicto indígena y lo da vuelta, sometiendo a un chileno promedio al suplicio de ver cuestionada su forma de ser y de vivir, tal como hacemos todos los días con quienes aún llevan nuestra herencia cultural con orgullo.
Y es en este momento cuando la obra, quizás, toma un cariz de mal gusto. Pero es con querer queriendo, así es que se trata de un malestar buscado por la compañía que repercute en la audiencia cuando un integrante del público es invitado a participar de la obra y termina siendo molestado en todos los niveles e invitado no muy gentilmente a explicar por qué y cómo vive.
Sin ánimos de arruinar la sorpresa final, resulta interesante señalar que los actores no saldrán a recibir el aplauso por su trabajo artístico. En consecuencia con el discurso planteado, ellos nos hacen el desaire de no saludarnos ni compartir el momento final de la obra pues el conflicto indígena existe más allá del escenario. Para mi gusto, innecesario, porque el discurso es interesante y la propuesta de choque funciona muy bien. No hay que olvidar que lo cortés no quita lo valiente.
De todos modos un trabajo recomendable para ver algo distinto que interpela al espectador en aquello que más le incomoda. Tradicionalistas y amantes del mundo bliz y pap, abstenerse.
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