Por Luisa Ballentine
“El canto del cisne” es una obra en pequeño formato, versión libre de la homónima pieza de Chéjov que se sitúa como un ojo mágico en un momento cúlmine de la vida de un actor que ha pasado de la gloria a la caída. Tras ser vitoreado por el público, lo han olvidado a su suerte en un rincón del teatro. Sólo está el apuntador.
El montaje es un momento breve y único que estamos espiando como espectadores. Lo que pasó antes y lo que pasará después queda a la imaginación de cada uno y a las posibilidades de creación que brinda el protagonista con sus recuerdos de los días de gloria.
Hugo Medina es una perfecta elección para interpretar a este actor que se debate entre la grandeza pasada y la inferioridad presente. A pesar de que han pasado los años y de que ha llegado a este momento no sólo deteriorado, sino también alcoholizado, aún es posible ver los vestigios del espectáculo encarnado en su cuerpo y viajar con él a ese pasado en sepia.
Es un trabajo muy intimista, con una puesta en escena que recrea las bambalinas del teatro. Muy interesante es la interacción actor-apuntador, que no se pierde aunque la función haya terminado hace horas.
¿Cuándo y dónde? Ver ficha en SoloTeatro.cl.
“El canto del cisne” es una obra en pequeño formato, versión libre de la homónima pieza de Chéjov que se sitúa como un ojo mágico en un momento cúlmine de la vida de un actor que ha pasado de la gloria a la caída. Tras ser vitoreado por el público, lo han olvidado a su suerte en un rincón del teatro. Sólo está el apuntador.
El montaje es un momento breve y único que estamos espiando como espectadores. Lo que pasó antes y lo que pasará después queda a la imaginación de cada uno y a las posibilidades de creación que brinda el protagonista con sus recuerdos de los días de gloria.
Hugo Medina es una perfecta elección para interpretar a este actor que se debate entre la grandeza pasada y la inferioridad presente. A pesar de que han pasado los años y de que ha llegado a este momento no sólo deteriorado, sino también alcoholizado, aún es posible ver los vestigios del espectáculo encarnado en su cuerpo y viajar con él a ese pasado en sepia.
Es un trabajo muy intimista, con una puesta en escena que recrea las bambalinas del teatro. Muy interesante es la interacción actor-apuntador, que no se pierde aunque la función haya terminado hace horas.
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