Por Luisa Ballentine
En mi rol de periodista y asesora
comunicacional durante varios años, tanto en organismos de Estado y empresas
privadas, como en Soloteatro.cl; me ha tocado conocer numerosas realidades en
cuanto a la gestión de comunicaciones y difusión que realizan distintas instituciones.
Específicamente lo que hoy deseo
comentar tiene que ver con lo que sucede en las salas consagradas y los
espacios emergentes dedicados al teatro, sin hacer ninguna distinción especial
entre ambas categorías, pues me parece que en materia de difusión los elementos
son tan transversales y democráticos que eliminan cualquier brecha que pudiera
existir.
La situación de la difusión teatral
en Santiago es una vergüenza. Así de sencillo. Lo digo con todas sus letras y
no exagero.
Exceptuando a espacios como el TEUC,
Matucana 100, GAM, Estación Mapocho, Teatro Nacional Chileno, Teatro del Puente
y quizás alguno que me olvide, el resto de los espacios dedicados al teatro
deja mucho que desear en el flujo de comunicación que establecen con la prensa,
las compañías y el público general.
No existe una política de comunicación
interna que determine, por ejemplo, cuánto es el tiempo máximo de respuesta de
correos electrónicos. Cuánto es el tiempo máximo que debe esperar un
periodista, un actor o un espectador, para recibir una respuesta a su
requerimiento. En muchos teatros ese tiempo de respuesta es infinito. En otras
palabras: no saben lo que es responder un correo electrónico.
Ésta es la realidad de la
comunicación estratégica de la mayoría de las salas de teatro en Santiago. No
tienen políticas de comunicación interna ni externa y lo peor de todo es que
parece no importarles.
Esta realidad se da incluso en salas
de teatro que tienen personal profesional a cargo de las comunicaciones, lo que
sin duda nos golpea aún más fuertemente. Quizás podríamos entender este nefasto
fenómeno en aquellos casos en que la comunicación está en manos de un
administrador que debe lidiar con los aspectos de gestión de la sala y además
con la difusión; pero en muchos casos son colegas periodistas quienes están
perjudicando a los recintos con su mediocridad al momento de enfrentar la labor
de la comunicación estratégica.
Muchas salas de teatro no cuentan
con fotografías en alta resolución de sus espacios para poder enviar a la
prensa. Se deshacen en patéticas excusas que sólo agravan la falta. Una
institución, sea éste una sala de teatro o cualquier otra, debe contar con un
dossier de prensa sobre sí misma, no sólo sobre sus espectáculos. Debe poseer
fotografías en alta resolución del espacio, la fachada, su director o
encargado, espectáculos que se hayan presentado allí, un video breve, archivos
de audio, etc. No puede ser que al solicitar una imagen de la sala no exista
una sola buena fotografía en su archivo disponible.
Estamos en el año 2011, el imperio
de la tecnología, cualquiera puede acceder a una cámara de fotos y tomar
imágenes. Es impresentable que aún haya recintos que no cuentan con este
material mínimo y que no hagan nada por subsanarlo.
En Soloteatro.cl existe un envío de
formato de fichas teatrales estandarizado para publicar en la cartelera. La
teoría nos dice que cada compañía de teatro o sala de teatro, la descarga, la
completa y la envía idealmente dos semanas antes del estreno para que pueda ser
publicada. La realidad, lamentablemente, nos muestra que los encargados de
difusión envían comunicados incompletos, sin incluir las fechas de comienzo y
término de la temporada, sin fotografías de buena calidad, y somos nosotros
quienes debemos completar la ficha, a pesar de solicitar cada vez que esto
sucede, que no olviden que el envío de la ficha es el medio para publicar en
Soloteatro.cl.
Si Soloteatro.cl decidiera publicar
únicamente las obras que llegan a través del sistema de fichas, quizás habría
sólo 10 obras al mes online. El resto es un trabajo manual que mes a mes se
desarrolla de manera bastante frustrante pues se insiste, sin resultados
positivos, en que se envíe el material de la manera en que se requiere.
Algunos encargados de difusión
podrán alegar que cada espacio de publicación les demanda un trabajo extra
porque tienen distintas políticas para subir la información. Y sí, es así, y
lamentablemente el trabajo de un encargado de difusión es hacer todo eso, las
veces que sea necesario, en los formatos correspondientes.
La difusión teatral funciona de
manera amateur no porque haya falta de profesionales. De hecho hay muchos gestores
que sin ser profesionales ligados a la comunicación, realizan un trabajo
excepcional y se dan la lata de copiar la información 100 veces en formatos
diferentes para enviar a cada espacio según lo que corresponde.
Lo que existe aquí es un relajo, una
mediocridad avalada porque parece ser que cualquier otra actividad es más
importante que la difusión. Aquí existen periodistas y encargados de difusión
que envían comunicados de prensa a bases de datos gigantes sin establecer
contacto directo con los medios, sin saber en qué medio trabajada cada
periodista, quiénes son los que cubren espectáculos, cuáles son sus
requerimientos para poder publicar.
Existe un desdén hacia los medios de
difusión alternativos, especialmente los online, se los mira en menos y no se
ha profundizado en su alcance. Vivimos en una época en que los encargados de
difusión de las salas aún se empeñan en recuperar las líneas perdidas de El
Mercurio y La Tercera. Anhelan la redacción de esas crónicas y las páginas
sociales de los estrenos. Se olvidan de que el espectador 2011 tiene un perfil
informado y tecnologizado en el que todo lo que necesita lo encuentra en la
web, a una tecla de su teléfono inteligente que le hace el desayuno.
Esta realidad es aún más palpable en
aquellos recintos que se niegan a abrirse a la tecnología. Que se aferran a sus
calugas en la prensa escrita y cuyo público comenzará a morir prontamente junto
con ellos. Y no me refiero a un morir metafórico. Me refiero a que van a morir
porque tienen 200 mil años. Y nunca quisieron abrirse a nuevas audiencias.
Van a morir salas emblemáticas de
teatro porque no supieron reinventarse. Porque nunca les importó y les sigue
sin importar, estar donde se debe estar ahora. Hablar como se debe hablar ahora
y dirigirse a quienes es necesario dirigirse.
El teatro vive momentos oscuros por
la falta de público. Lo sabemos los periodistas que asistimos siempre con
invitaciones y que nos empeñamos en difundir tantos trabajos que valen tanto la
pena. Muchas veces se ha cancelado la función porque éramos muy pocos y todos
íbamos invitados.
Y a pesar de esta negra realidad,
aún algunos encargados de difusión se dan el lujo de no recibir a la prensa de
buena manera. De no responder. De ignorar. De maltratar incluso a quienes estamos
haciendo algo por cambiar esta realidad desde nuestras trincheras. De dejar en
un segundo plano a quienes no vienen de los grandes medios tradicionales.
¿Estamos en condiciones de darnos
ese lujo? La verdad es que no.
Escribo esto porque me molesta lo
que muchos encargados de difusión le hacen al teatro que tienen a cargo. Creo
que los gestores y dueños de esos recintos muchas veces ignoran cómo se maneja
el contacto con la prensa y con el espectador.
Tener un emprendimiento es un
compromiso de amor que toma las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Y
quienes tienen, específicamente, un emprendimiento cultural, están aún más
comprometidos pues sabemos que a la cultura le cuesta convertirse en un
emprendimiento tradicional.
Hay tanto dinero invertido muchas
veces, gestiones, organizaciones, para que una mala difusión arruine no sólo la
posibilidad de crecer de una sala, sino también la relación que debe existir
con la prensa.
Las universidades, por ejemplo, que
tienen recursos suficientes para mantener buenas salas y programación en ellas,
deben dar el ejemplo. Deben tener personal competente a cargo de sus
instalaciones. Deben hacer más por sus alumnos, por sus académicos, por quienes
aprovechan estos espacios; sin embargo muchas veces son las salas
universitarias las que mayores falencias presentan al momento de comunicar su
trabajo y relacionarse con la prensa.
Escribo con pena porque veo que la
mediocridad está instalada en un universo que requiere más esfuerzo que otros y
donde hacen falta profesionales no en términos de licenciaturas universitarias,
sino en términos humanos y de compromiso. Personas que respondan mails a tiempo
(¿les parece que es mucho pedir que respondan los mails? ¡Es lo mínimo y aún
así no lo hacen!), que gestionen fotografías de los espacios, que llamen por
teléfono para invitarnos a ver las obras y poder hablar de ellas, que se
informen, que sepan qué espacios están dedicados al teatro actualmente en la
prensa, que escuchen los programas de radio dedicados al teatro, que lean las
columnas, las críticas y los reportajes que se escriben. Que tengan un gesto
amable al momento de solicitar un apoyo o ayuda.
El FONDART de este año apeló al
“mercado de las artes”, a las industrias culturales, a la “empresarización”,
por decirlo de alguna manera. Mientras tengamos encargados de difusión que
manejen a las salas como sus pequeños fundos personales donde no les interesa
nada más que estar donde ya las puertas se han cerrado, creo que no podremos crecer
como comunidad teatral. Son pequeños dueños de nada.
Y en momentos como éste, tan
decisivos para la cultura y con un mundo que está cambiando y dando paso a la
recesión y la desigualdad cada vez mayores, o nos ponemos las pilas o nos
hundimos cada vez más.
No hay excusas para la flojera y la
mediocridad en el trabajo de difusión. Espero, sinceramente, que seamos capaces
de cambiar esta horrible realidad.
5 comentarios:
Qué fuerte, Luisa. Debemos difundir esto.
Debemos, amigo. Está mal la cosa.
Interesantísimo, Luisa. Ando investigando los mismos temas: cómo generar modelos de comunicación estratégica para organizaciones culturales. yo que he trabajado en medios de comunicación y también en organizaciones, detecto lo mismo que tu. un abrazo,
Solo la verdad!!! excelente!!!
Estoy completamente de acuerdo, y creo que la indiferencia frente al oficio esta en todo el medio teatral,
ni si quiera entre los pares nos estamos viendo los trabajos
ayudaré a difundirlo
un gran abrazo
Felipe Rubio
Qué lata amigos! Ojalá podamos instalar cambios en la realidad teatral, desde la comunicación y lo demás que esté haciendo mella.
Comenzar a abrir los ojos es un buen paso. Abrazos!
Publicar un comentario